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Mostrando entradas de 2016

Cuento: La pócima

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Ya estoy sentada en el sofá del living de mi casa cuando mi hermano mayor entra por la puerta principal seguido de los chicos de la banda: el bajista, el vocalista, el tecladista y Alonso, el baterista. Traen en las manos partes de la batería de Alonso, las dejan en una de las esquinas del living y vuelven a salir, pero antes de salir mi hermano mayor, que es el guitarrista, me dice bajito: —Piérdete mocosa, que vamos a ensayar. Que ni lo piense, yo me voy a quedar bien instalada en el sofá, el mejor lugar para mirar a Alonso, y sé que mi hermano no me va a sacar a la fuerza, no delante de los amigos, no. Delante de ellos a él le encanta hacerse el condescendiente. Yo no me voy a ir justo hoy que lo tengo todo planeado: les ofreceré el jugo de mora cuando hagan la primera pausa. Con el calor que hace y con todo lo que sudan apuesto a que se lo toman de un trago, mi hermano seguro que pensará que qué bicho me picó, que de adónde tanta amabilidad, aunque quizás ni se sorprenda

La stamina

El idioma italiano puede con una sola palabra abarcar un mundo de ideas o definir el sentimiento preciso. En "La mujer rota" de Simone de Beauvoir, uno de los personajes dice: "(...) eso que los italianos designan con una palabra tan bella: la stamina. La savia, el fuego que permite amar y crear. Cuando has perdido eso, lo has perdido todo." ¡De eso se trata, señor!  Para qué agotarse en  profundos soliloquios si todos los motivos y todas las respuestas se explican allí. La stamina . ¿Se le está apagando? Procure avivarla. 

Cuento: El túnel de ramas

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Es domingo y Melisa arrastra a Roberto a un picnic en la falda de la montaña. Extiende el mantel tan cerca de la orilla del río que sin cambiar de lugar podría tocar el agua con los dedos. Roberto se sienta sobre una gran roca plana con los ojos fijos en el agua, las rodillas abrazadas y la cabeza hundida entre los hombros. Melisa, al tiempo que le arroja breves miradas nerviosas, coloca los platos, los vasos, los cubiertos, los huevos duros, la fuente con las presas de pollo y la de ensalada. Luego pone a enfriar la botella de gaseosa en el agua. —Sácala —advierte él desde la roca a la que parece estar pegado—, se la llevará la corriente. —No se la llevará. Pero las piedras que puso para afirmar la botella no evitan que la fuerza del agua la arrastre río abajo. Un gruñido seco le llega desde la gran roca plana. —Qué estupidez la tuya, mira que meter la gaseosa en el río —se queja Roberto y baja de la roca. Melisa calla. Se concentra en los movimientos pausados y unif