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Mostrando entradas de 2010

Los signos de puntuación

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Enccre L. Marquet poster, by Eugène Samuel Grasset,1892 Qué es, por lo común, lo que sabe sobre ellos: Son herramientas usadas en el lenguaje escrito para ordenar un texto. Son el punto seguido y aparte, la coma, el punto y coma, los dos puntos, los signos de interrogación, de admiración y varios más. También se sabe que si no se usan bien se podría ser víctima de equívocos, a veces con consecuencias irreparables, como le pasó a un amigo, que después de engañar a la novia con una tal Camila, intentó reconciliarse con ella escribiendo una "breve pero efectiva carta de amor", a pesar de no haberle interesado nunca el recurso escrito. Cuando la novia hubo terminado de leer la carta lo enfrentó furiosa y le dijo que no quería volver a verlo jamás. Muy desconcertado, mi amigo me me mostró una copia de la carta pues no entendía qué podía haberla ofendido tanto. La carta expresaba lo contrario a lo que pretendía. Se la leí alto y claro: "Te quiero a ti y a Camila

En la punta de la lengua

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Le Baiser, 1910 Belle Époque postcard   Después de muchos borradores por fin el escritor consigue agarrar el ritmo, siente que la historia lo reconoce, que algo o alguien fuera de él le dicta las ideas, le habla de los personajes y de la trama oculta que los relaciona. ¡Qué euforia! La velocidad de los dedos no logra alcanzar la de las palabras, que fluyen y fluyen. Repentinamente algo interrumpe a tan desbordada marcha, sin previo aviso al escritor se le escapa la palabra infiel, la que siempre está aguardando el momento justo para emprender la huida. —¿Cuál era la palabra, caramba, cuál era? ¡La tengo en la punta de la lengua! No es que la palabra esquiva que necesita para cerrar la idea con broche de oro se niegue a despegársele de la punta de la lengua, no. Es que ni siquiera alcanzó a llegar hasta allí, y como el escritor no logra encontrarla, el momento sublime en el que consigue ser uno con la obra en gestación, se le esfuma como espejismo en el desierto. El uso de un v

Secretos

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Casi amanece, Lucía apaga el computador y vuelve a la cama. Rafael ronca, se sienta a su lado y lo observa. La primera noche juntos él la despertó para decirle que roncaba como un hombre. No ronco, le contestó atontada por el sueño del que trataba de salir para defenderse. Y sí, ronca la noche entera. También durante el día, cuando dormita. En qué puede Lucía, que se cree tan diferente, ser diferente a Rafael si aparte de roncar, miente, cuando le urge y cuando no. Ronca, miente y utiliza simulacros, los mismos que utiliza Rafael. ¿No es el simulacro el aliño fundamental de todo romance? Jamás asistiría ella a la primera cita sin maquillaje, del que se lleva por fuera y del que se lleva por dentro. Se suma a la lista la ausencia de compromiso .  Desde la primera cita la ausencia de compromiso fue un acuerdo tácito y conveniente, ahuyenta preguntas desafortunadas que requieren de respuestas mentirosas y  preserva la inviolabilidad de los secretos. © Carolina Meneses Columbié.

Los de allá arriba

Ingreso a una famosa librería de Santiago con la intención de comprarle el primer libro a mi hijo de doce meses. Me cuesta un poco ubicar la sección de párvulos hasta que, luego de mucho girar el cuello y de mirar con atención, la localizo en la pared del fondo, donde se encuentra una señora madura de espejuelos acomodando libros, empleada de la librería seguramente. Quién mejor para orientarme en la búsqueda. Hacia ella me dirijo. -Señora, buenas tardes, ¿me puede ayudar? Como respuesta una mirada huraña y esquiva que me borra al instante la sonrisa de la cara. Esto va a estar difícil, pienso, pero no me rindo. -¿Sabe? Ando buscando libros apropiados para un bebé de doce meses. La mirada, de esquiva se transforma en incrédula e irónica, y con un gesto rápido de cabeza me señala los estantes a su izquierda. -Allí, ¿no los ve? -responde. -Sí, sí, ya sé que están allí, pero quería saber cuál de ese montón de libros sería el más apropiado para un bebé de doce meses. -Hay varios, b