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Mostrando entradas de 2009

Cuento: * El negro del bongó

* Mención en el Concurso Interamericano de Cuentos 2006 de Fundación Avon Del libro CARIBE “Pero mi repique bronco, pero mi profunda voz, convoca al negro y al blanco, que bailan el mismo son, cueripardos o almiprietos más de sangre que de sol, pues quien por fuera no es noche, por dentro ya oscureció.” Nicolás Guillén El negro está sentado en un taburete en el centro de la pista de baile con el gentío alrededor y el bongó entre las piernas. Tamborilea un toque breve. Deja las manos quietas sobre el instrumento y levanta la cabeza con los ojos cerrados. Aspira profundo. Sin abrir los ojos ni bajar la cabeza inicia un repique lento. Los cuerpos siguen el ritmo que se acelera hasta que el toque se interrumpe con un golpe de palmas contra tambores. El gentío aplaude. El negro tiene la espalda erguida, el cuello recto, la mirada fija, las manos en las caderas. Se pone de pie, entrega el bongó a un empleado del club y se va con la negra grande que lo viene acompañando las t

Mujeres que alzan la voz

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Mujeres que alzan la voz , libro de Espacio Avon que reúne una variada selección de los mejores cuentos y poemas premiados en los Concursos Interamericanos de cuento y de poesía realizados entre 2005 y 2008. De Carolina Meneses Columbié fue seleccionado "El negro del bongó". Mención de Cuento 2006. Comentarios sobre la antología “A lo largo de los años he podido observar cómo varias de las escritoras premiadas en este concurso (pienso entre otras en Inés Garland, en Paola Kauffman, en Alejandra Lauarencich, en Claudia Piñeiro, en Marina Porcelli, en Angela Pradelli, en Patricia Suárez), casi desconocidas para el público hasta el momento de obtener el premio, han ido consolidando una obra excelente que, más allá del género, les permitió insertarse en el corpus de la literatura argentina. Ese solo hecho bastaría para justificar el Concurso de Espacio Avon y es, a mi juicio, el que le otorga su verdadera razón de existencia: abrir un camino a escritoras talentosas que, c

Cuento: La babosa

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En el tiempo en que los turistas visitaban el pueblo, la neblina caía sobre la playa de manera casi imperceptible alrededor de las seis de la tarde y se iba con las primeras luces del día. Esa neblina fresca que limpiaba el aire y que según los lugareños mejoraba las enfermedades respiratorias y las afecciones de la piel, era lo que atraía a una buena parte de los turistas que llegaban durante todo el año, gente de edades diversas con algún achaque pulmonar o cutáneo, grupos de viejos retirados en giras de esparcimiento, algunas familias con niños pequeños, una que otra pareja en las que saltaba a la vista la intención de pasar inadvertidas. Desde que lo descubrí hace cuatro días me siento al lado de la ventana y lo miro a través de los neblinosos y fríos atardeceres de la playa. Hacía años que no venían turistas, ni uno solo, hasta que el hombre apareció. Veo su figura alta caminar cerca de la orilla en dirección a la caleta, sin apuro. Viste impermeable amarillo, de esos que

Cuento: Acuerdo tácito

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Del libro FICCIONES IRRELEVANTES I Las noches de los martes y de los jueves, para regresar a casa desde la facultad, tomo la línea 124 del tren urbano. Cuando lo abordo ya viene lleno y tengo que abrirme paso entre la gente hasta dar con el primer espacio libre donde poder situarme. Ese martes y por puro azar me detuve al lado de su asiento, uno de los que daba al pasillo. Él estaba reclinado sobre el respaldo y parecía dormir tan profundamente que no reaccionó ni cuando en uno de los estremecimientos del vagón, la cabeza le vino a caer sobre el costado derecho de mi cadera. Lo correcto hubiera sido moverme un poquito hacia la izquierda, como vi hacer tantas veces a otras mujeres en situaciones similares. No se puede saber qué tan dormido va un hombre si el tren está lleno y le toca una muchacha al lado. El mes pasado vi a uno que se durmió de pie sobre la espalda de la chica que tenía delante y ella, que resultó ser de las bravas, dio media vuelta y con la agilidad de una judo

La autopublicación y el escritor desvinculado

Aclaremos primero el concepto.  Escritor desvinculado es el que no tiene el tiempo ni la paciencia ni las ganas ni el temple de ir de una editorial a otra a mostrar su obra y a convencer al que tenga la amabilidad de recibirlo, si es que lo recibe, de las razones por la que merece ser publicado. No posee relaciones en el mundo de las letras ya que tampoco cuenta con el tiempo, la paciencia ni las ganas de estrechar relaciones de interés. En otras palabras, es un completo desastre para las relaciones públicas. Ante semejantes características es muy poco probable que algún día lo publique una editorial tradicional, a menos que lo descubra por obra y arte de las casualidades de la vida, algún editor o agente literario, lo que es aún menos probable. Entonces, ¿qué opción le queda al escritor desvinculado para ver su obra publicada en fuentes que no sean los sitios web o los blogs? La palabra clave es la AUTOPUBLICACIÓN. Existe cierto prejuicio con respecto a la autopublicación. "Cl

El indeciso

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Cuando ingresa a la librería recorre con la mirada las distintas secciones, rápido, como tratando de chequear el espacio de una sola vez porque es tan escaso el tiempo y son tantos los libros. Si quiere que su misión sea efectiva debe calmarse primero y elaborar a continuación un plan de búsqueda inteligente. Comenzará por la sección de Novedades que, lo sabe bien, está en el lugar más estratégico: al centro, en un mostrador cerca de la entrada. Tan cerca de la entrada y tan al centro que con la agitación que lleva tropieza con el mostrador y bota un par de libros al suelo. Como es un lector culto trata de no mirar los Best Seller , pero mientras enfoca la cara hacia las obras selectas, esas bien sesudas, con el rabillo del ojo les echa un vistazo a todos los Best Seller que, en tales condiciones, pueda abarcar. Entonces cede y como quien no quiere la cosa agarra el último éxito de una de esas escritoras feministas que siguen explotando su fórmula triunfadora . Luego agarra el de

Cuento: Tortuga y Gata

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Johan Potma Tortuga descansa sobre la plataforma del estanque de vidrio. Gata avanza, la vista fija y el vientre a ras del suelo. Estira la pata y empuja a Tortuga al agua. Gata corre, trepa al sillón de la ventana y se acurruca muy quieta. Tortuga se sumerge, nada hasta una de las esquinas del estanque y allí se queda un par de horas. De vez en cuando mira hacia la plataforma, intenta mover las patas, pero se arrepiente y se queda donde está. Cuando Gata no existía Tortuga era la única mascota de la casa. Mamá Humana la sacaba del estanque y juntas nadaban en la piscina grande. Tortuga solía recorrer el patio o se quedaba la tarde entera en el rincón que más le gustaba por fresco y sombreado: detrás del librero. Nada ni nadie perturbaban su paz. Hasta que Gata apareció. Día tras día Gata espera en el brazo del sofá a que pase Tortuga. Cuando está justo bajo sus patas salta sobre el caparazón, ruedan por el piso y quedan frente a frente. Una encoge el cuello y se paraliza. La

Pasos

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Me sirvo vino tinto en la copa que robé. Prendo incienso suave. Abro el Word y bebo un sorbo de vino. La pantalla pálida del Word se impone. Bebo otro sorbo de vino.  Y otro más. Me pongo de pie. Tomo  asiento. Aparece la gata, que sube a mi regazo, se acurruca, la acaricio. Acerco los dedos al teclado, lo palpo con las yemas mientras miro el cielo raso y me pregunto qué voy a escribir. Aparto los dedos del teclado y agarro a la gata. La lanzo al piso, maúlla y se va. Bebo otro sorbo de vino. La gata regresa y trepa al escritorio. Se acurruca sobre el diccionario de la RAE, ronronea. Me pongo a escribir. El primer párrafo cuesta. Lo borro e insisto. El personaje principal se perfila, poco a poco se fortalece: me toma de la mano y me la aprieta. Vértigo cuando me lleva con ímpetu. Ahora soy la espectadora que toma nota apurando los dedos. ¿Qué historia es ésta? No soy yo la que maneja los hilos así que no debo intervenir. Los personajes que se mueven a mi alrededor me ig

No puedo escribir

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No puedo escribir. Porque la silla es baja. Porque es muy tarde. Porque la luz es blanca. Porque los hijos. No puedo escribir. Porque la mesa es alta. Porque es muy temprano. Porque está oscuro. Porque la casa. No puedo escribir. Porque las teclas saltan. Porque hay mucho ruido. Porque el dolor de espalda. Porque el trabajo. No puedo escribir. Porque los lentes viejos. Porque el silencio. Porque los amigos. Porque mañana. 2007 © Carolina Meneses Columbié

Manías

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Tengo la peligrosa manía de oler libros. Y la no menos peligrosa manía de golpearme el hombro izquierdo si me golpeo primero el hombro derecho. Pero hay manías que más que manías son innatos resguardos emocionales. No reincidir en relaciones estériles, por ejemplo. Lo que me lleva a una cuarta manía, la de colgar ajo en las entradas para impedirles el retorno. Tal vez por esa razón me encuentre sumida en nuevas, absorbentes manías: la de escribir poemas, la de memorizar rancheras. 2006 © Carolina Meneses Columbié Imagen de Paul Gauguin.

¿Te has dado cuenta?

¿Te has dado cuenta de que el miedo tiene sabor? Es un sabor persistente, por más que te laves la boca no se te va. Es un sabor entre amargo y ácido con un toque al del metal. ¿Le has pasado la lengua a un cuchillo? Te lo pregunto para que te hagas una idea. ¿Te has dado cuenta de que el miedo tiene olor? Es un olor sutil que te produce taquicardia, que te vuelve insomne. No logras identificar de dónde viene hasta que descubres que no se quita con duchas de agua caliente porque viene de adentro de ti. ¿Te has dado cuenta de que el miedo es frío? Cuando despiertas por la mañana es un frío ligero que sobrellevas con el café que tomas al levantarte. Va aumentando con el día y lo peor viene con la noche. El frío te paraliza. Quieres mover los brazos y no puedes, quieres caminar y no puedes, quieres hablar y no puedes. ¿Te has dado cuenta de que el miedo es serio? ¿Y de que su seriedad es contagiosa? El miedo no se ríe ni cuenta chistes. No baila. No canta. Ni se r

Me debato

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Me debato entre el tenerte y el no tenerte. No tenerte significa aturdir al olvido, desorientar al recuerdo. No tenerte es el sosiego que me destiñe la sangre, que me dobla la espalda. Tenerte, en cambio, es el taladro que me coloco en el pecho, y el pulgar con el que aprieto el botón del encendido. 2008 © Carolina Meneses Columbié

Nace un libro: Escritores

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Por Hernán Huergo Sí, queridos amigos de aquí y de allá, Emilio Mat ei sale este mes de Noviembre de 2006 con una Antología de Cuentos 2006, con el título de Escritores . Se trata de una compilación de 14 cuentos de igual número de autores. Los elegidos son un boliviano, una chilena, un español, un peruano y diez argentinos. Al libro lo pueden encontrar, por supuesto, en la Librería Fin de Siglo (Corrientes 1966), patria preferida de Don Emilio, fuera de estas páginas, claro está. El precio parece una bicoca aunque esta opinión quizás no sea objetiva pues sale de uno de los autores. Pero que cueste quince pesos argentinos, menos de cinco dólares, no sé cómo tomarlo. Espero que los que lo compren encuentren un poco más de valor que ese precio, en fin. ¿Qué les parece la tapa? La invitación que me llegó dice que el lanzamiento es en el Auditorio Monseñor Derisi de la UCA, allí en Puerto Madero. Y me dijeron que está abierta para todos. Yo no me la pierdo, de eso estén seguros, porque

Escritores - Antología 2006

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Autores: Miguel Aillón (Bolivia) Federico Bianchini (Argentina) Fabio Dana (Argentina) Gregorio Glinski (Argentina) Juan Guerola Tolsà (España) Hernán Huergo (Argentina) Eduardo Kadener (Argentina) Analía Medina (Argentina) Carolina Meneses Columbié (Chile) Fernando Milsztajn (Argentina) David Oblitas (Perú) María del Carmen Rodríguez (Argentina) Marcelo Tasso (Argentina) Alejandro Zacchigna (Argentina) Compilador : Emilio Matei Ediciones de La Cultura - Colección Alfa "Hoy en día una actitud optimista frente al futuro parece poco seria. Pero creo que el tan declamado fin, entendido como punto final, de toda actividad científica o artística, no resulta más que el reflejo de un estado de ánimo. La Edad Media, que es vista como uno de los períodos más oscurantistas de la historia, no sólo produjo innumerables obras de arte sino que abrió las puertas a un fantástico despliegue en el Renacimiento. En esta antología, en la que participan notables escritores de cinco